La gran transformación de la vivienda urbana

La vivienda urbana del siglo XXI es una casa cambiante. Tiene cada vez más conciencia climática. Es flexible, como lo son hoy muchas familias, busca una mayor relación con la naturaleza y ensaya nuevos tipos de gestión. La muestra que el Museo ICO acoge en Madrid hasta el 15 de enero, Amaneceres domésticos, entra en siete de esos pisos, elegidos entre 2500 candidatos por ser pioneros, por su audacia o éxito social. El éxito, atención, ya no es solo arquitectónico.

Ahora, por fin, se entiende que la bondad de una vivienda debe ser también social y medioambiental. Por eso la arquitectura asume que su impacto en la ciudad es tan esencial como el que causa en el medio ambiente o las posibilidades de convivencia que abre. Las oportunidades de gestión de esa convivencia también redefinen los alojamientos urbanos. “Compartir vivienda lleva a un conocimiento de la democracia. A respetar”, explican Andrés Cánovas y Carmen Espegel, dos de los arquitectos que han analizado el parque de viviendas europeo para sintetizar las características de los pisos del siglo XXI. Eso es esta muestra, una síntesis de cómo poner al día nuestras casas, no de acuerdo con modas o estilos, sino de acuerdo con nuestras cambiantes y urgentes necesidades.

La vivienda, un derecho fundamental
Que tener, o utilizar, una casa sea un derecho fundamental parecería una broma si no revelara el horror de corruptelas y negocios oscuros que han llevado a cientos de miles de viviendas sociales a ser propiedad de bancos y de fondos de inversión, en ejercicios turbios de pirotecnia financiera. Esos pisos construidos con los impuestos de todos y ahora privatizados permanecen mayoritariamente vacíos a la espera de un alza de los precios. Eso -la vivienda convertida en bien de inversión y no en derecho fundamental- provoca consecuencias como el enfado de la sociedad, la aparición de nuevas familias y convivencias, el retraso de la vida propia hasta entrada la treintena, la reducción de la natalidad y el progresivo vaciado de las ciudades, para que los habitantes dejen sitio a los turistas (los hoteles y los departamentos de alquiler ocupando esos pisos). Así, es evidente que la vivienda no es un asunto meramente arquitectónico. Sin embargo, son muchos los arquitectos que no quieren ser una anécdota en este tema vital para las personas y esencial para la cultura y la ciudad.

Fuente: La Nación